El Precio del Oro
Nunca pensé que mi belleza sería mi salvación y mi condena al mismo tiempo. A los diecisiete años, cuando dejé atrás mi pequeña ciudad peruana y llegué a Lima con una maleta gastada y sueños demasiado grandes para mis bolsillos vacíos, no imaginaba el laberinto en el que me convertiría.
Los Primeros Pasos
Lima me recibió con su caos familiar, sus calles que olían a oportunidad y desesperación en partes iguales. Conseguí trabajo donde pude: mesera, vendedora, cualquier cosa que me permitiera ganar mis tres mil soles mensuales. Era poco, pero suficiente para sobrevivir en una habitación diminuta que compartía con otras dos chicas de provincia.
Las noches eran largas. Mientras planchaba mi único uniforme para el día siguiente, soñaba con ser abogada, con usar trajes elegantes, con nunca más tener que contar monedas para comprar el desayuno. La educación privada en el Perú cuesta una fortuna, y yo apenas tenía para comer. Pero tenía algo más: un rostro que hacía voltear cabezas, una sonrisa que abría puertas sin que yo lo pidiera.
Al principio no lo entendía. ¿Por qué los hombres mayores me miraban tanto? ¿Por qué me ofrecían trabajos mejor pagados con una facilidad sospechosa? Hasta que un día lo comprendí: mi apariencia era mi capital, mi única ventaja real en un mundo que no perdona la pobreza.
El Encuentro que Cambió Todo
Fue en un café de Miraflores donde lo conocí. Extranjero, bien vestido, con esa elegancia discreta que solo da el dinero heredado. Me invitó a almorzar, luego a cenar, después a conocer lugares que yo solo había visto en revistas. Hablaba de mí como si fuera una obra de arte, me trataba como si fuera preciosa, frágil, digna de cuidado.
No me enamoré de él. Eso lo supe desde el primer beso, tibio y predecible como una tarde de domingo. Pero cuando me propuso irme a vivir con él a su país, vi una puerta dorada abriéndose frente a mí. ¿Amor? No. ¿Supervivencia? Absolutamente.
Acepté sin dudarlo.
La Jaula Dorada
Su casa era enorme, silenciosa, llena de objetos caros que no me atrevía a tocar. Yo me convertí en su compañía perfecta: le cocinaba sus platos favoritos, le planchaba las camisas hasta dejarlas impecables, lo recibía con una sonrisa cuando regresaba del trabajo. A cambio, él me daba todo lo que el dinero podía comprar.
Los primeros meses fueron duros. No hablaba el idioma, no conocía a nadie, pasaba días enteros en esa casa que se sentía más como un museo que como un hogar. La depresión llegó como una sombra espesa, instalándose en cada rincón de mi nueva vida de lujo.
Fue entonces cuando él, preocupado por mi tristeza, me animó a viajar. "Disfruta tu juventud", me decía mientras me entregaba su tarjeta de crédito. "Conoce el mundo, estudia lo que quieras. Solo mándame fotos."
Y así comenzó mi vida nómada de lujo: vuelos en primera clase, hoteles cinco estrellas, cursos cortos en universidades prestigiosas. París, Tokio, Nueva York. Cada ciudad era una nueva máscara que podía usar, una nueva versión de mí misma que podía inventar.
El Peso de las Mentiras
Mi madre cree que tengo un trabajo exitoso en el extranjero. Le envío dinero religiosamente cada mes, la he llevado a Europa, le compré todas esas carteras de diseñador que admiraba en las vitrinas cuando yo era niña. Cuando la veo sonreír, cuando la veo orgullosa de su hija "exitosa", siento que mi sacrificio vale la pena.
Pero las mentiras pesan. Pesan tanto que a veces siento que me van a asfixiar.
El Amor Verdadero
Londres fue donde todo se complicó. Había ido a estudiar inglés, a prepararme para el IELTS, con la esperanza de eventualmente estudiar negocios y construir algo propio. Fue en una cafetería cerca de la universidad donde lo vi: español, veintiséis años, con esa confianza natural de quien nunca ha conocido la necesidad.
No fue un flechazo. Fue algo más sutil y más devastador: el reconocimiento lento de que estaba frente a alguien que podía amarme por quien realmente era, si es que alguna vez me atrevía a mostrárselo.
Hablamos durante horas sobre libros, sobre viajes, sobre sueños. Él me contó todo sobre su familia adinerada, sus estudios en universidades caras, su futuro asegurado. Yo inventé una historia sobre mi pasado, usando mi apellido como escudo, construyendo una versión de mí misma que pudiera encajar en su mundo.
Nos enamoramos. Por primera vez en mi vida, entendí lo que significaba despertar pensando en alguien, sentir que el mundo tenía colores más brillantes cuando estaba cerca.
La Trampa se Cierra
Pero el amor verdadero es un lujo que no puedo permitirme. Mi benefactor comenzó a exigir más tiempo, más atención, más de mí. Cada día que paso con el español es un día que le debo a él. Cada mensaje de amor que envío es una traición a mi acuerdo no escrito.
Le pedí un departamento en Miraflores, un auto, algo que me diera seguridad, una salida. Me miró extrañado, preguntándose por qué querría propiedades en un país que supuestamente había dejado atrás. Mentí sobre nostalgia, pero la verdad es que necesitaba un plan de escape.
El español hace comentarios sobre la gente de clase baja, sobre los inmigrantes, sobre aquellos que "no pertenecen" a ciertos espacios. Cada palabra es una puñalada que me recuerda que, si supiera la verdad sobre mí, quizás me miraría diferente.
El Presente Perpetuo
Ahora vivo en un limbo dorado. Tengo todo lo que soñé materialmente, pero he perdido la capacidad de soñar con libertad. Veo a chicas de mi edad graduándose, construyendo carreras propias, eligiendo a quién amar sin calcular el costo.
Mi vida es una mentira hermosa y costosa. Cada lujo tiene un precio que pago con pedazos de mi alma. Cada día que pasa, la distancia entre quien soy y quien pretendo ser se hace más grande.
A veces me pregunto si algún día tendré el valor de elegir el amor por encima de la seguridad, la verdad por encima de la conveniencia. Pero por ahora, sigo aquí, atrapada en mi jaula de oro, contando los días y preguntándome si la libertad vale más que la supervivencia.
La suerte que cambió mi vida sigue siendo la misma que amenaza con destruirme. Y yo, en el medio, tratando de decidir si soy lo suficientemente valiente para apostar todo por la posibilidad de ser finalmente libre.
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