Buscando la juventud en un onsen
Por Elzorro10
Enviado el 22/06/2025, clasificado en Intriga / suspense
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Maiko cerró los ojos mientras el agua caliente del onsen al aire libre, en la que se hallaba sumergida hasta el cuello, acariciaba su cuerpo desnudo. Era el segundo día que pasaba en aquel idílico alojamiento junto a su pareja, un hombre español de cincuenta y cinco años, solamente dos más que ella.
Hace solo tres horas, a las cinco, habían disfrutado de una cena en un restaurante con encanto, una cena a base de pequeñas porciones de comida. Sushi, sashimi, tempura y arroz.
Abrió los ojos y contempló el cielo parcialmente nublado, pudo ver un par de estrellas asomándose entre nube y nube y un astro que, por tamaño y luminosidad, imaginó sería la luna. Luego posó su vista en el agua, iluminada por los focos estratégicamente dispuestos sobre rocas o junto a bonsais.
Notó ondas dibujándose en la superficie.
Levantó la vista y observó con atención a una chica joven saliendo de la piscina natural. El cabello largo caía liso sobre su espalda perfecta hasta la altura de las caderas. La brisa, algo fresca, creaba "piel de gallina". Maiko se fijó en la firmeza de las nalgas que apenas temblaban al caminar, en la piel tersa, en una figura que nada tenía que envidiar a las obras de los escultores clásicos.
La chica volvió su rostro durante unos instantes y al momento la reconoció. Era una de las comensales, una japonesa que combinaba belleza y juventud, siendo lo segundo lo que más importunaba a Maiko. Después de todo, ella también había sido joven, también había mostrado su cuerpo con orgullo. Solo que ahora, en su mente, desde hacía ya algún tiempo, solo veía defectos. La fuerza de la gravedad estaba ganando la batalla y el adjetivo, caído, podía aplicarse en masculino o femenino, en singular o plural, a varias partes de su figura.
Aquella chica, bendecida por la juventud, compartía mesa con un joven atractivo y ella no. No es que su hombre no gozase de atractivos, su acento, su risa, su conversación eran apreciados. Pero luego, a la hora de la verdad, la edad no perdonaba y todo era más efímero y débil. Maiko no le culpaba a él en exclusiva, no, ella tampoco era lo que fue. En parte porque no creía que pudiera serlo y en parte porque la realidad era tozuda y las comparaciones odiosas.
- ¿En que piensas? -
Maiko volvió al mundo y se encontró con su admirada joven, que de cuclillas, junto al borde del onsen, se dirigía a ella con voz segura.
- ¿Piensas acaso en mí? ¿En lo bien que me queda el no llevar nada puesto? - continuo la joven
Involuntariamente, ruborizándose, la mujer madura asintió.
- Pues has de saber que tengo más años que tú.
Maiko negó moviendo la cabeza incrédula. Eso era imposible.
- Si quieres sal, ven a mi habitación y te lo cuento todo.
Maiko se puso de pie cubriéndose los pechos con el brazo mientras la misteriosa joven sonreía ante aquella innecesaria muestra de recato.
*********
- Entra, mi chico está en el onsen con otros hombres.
"Hombres que le mirarán con envidia" pensó Maiko.
- No creo que sea así, los hombres tienden a creérselo. - dijo la joven con perspicacia.
Las dos mujeres, vestidas con floreadas yukatas, se sentaron en unas sillas de madera, una frente a la otra.
- Y bien, aparte de "leer la mente", qué pacto con el maligno has hecho para conservarte tan joven a tus no se cuantos años. - dijo con una nota de ironía Maiko.
- No es eso... es ciencia. - dijo la anfitriona.
- Ciencia tan avanzada que es indistingible de la magia. - observó la invitada.
El silencio no era total, se podía oir el roce de la tela, el crujido de un mueble cediendo al peso y, de vez en cuando, el piar de un pajarillo que buscaba por instinto enamorar y con suerte, tener un papel destacado en la perpetuación de su especie.
- ¿Por qué quieres ser joven?
Maiko se sorprendió con la pregunta.
- Ya veo... - continuó la joven sin esperar respuesta.
- Voy a cambiar la pregunta. ¿Qué darías por recuperar tu juventud?
Maiko iba a decir una cantidad de dinero, pero en lugar de eso reflexionó. Aquello tenía truco. No podía tratarse solo de dinero, ahí había algo más.
Dijo en voz alta lo que pensaba.
- ¿Es experimental no es cierto? ¿50 - 50? No, eso es demasiado optimista. Aunque a tí te salio bien - dijo mostrando, esta vez de palabra, la envidia.
- Si quieres mi opinión yo te veo muy bien, en buena compañía... feliz.
Maiko replicó con aspereza.
- Y tú qué... ¿No eres acaso féliz?
La joven se puso seria y cambiando su tono, hasta desnudar su voz de cualquier atisbo de calidez, dijo.
- Es mejor que salgas de mi habitación ahora mismo.
Maiko enfadada por no conseguir nada, insultó a la joven y viendo que seguía sin obtener nada, transformó su ataque convirtiendo palabras en violencia. Sin embargo, antes de que pudiera golpear el rostro que había jugado con ella, notó un trapo sobre nariz y boca, forcejeó unos segundos y luego perdió el conocimiento.
Al despertar se encontró atada en una cama. A su lado, un hombre y una mujer con mascarillas, gorros y ropas blancas. Quiso decir algo, pero su lengua, paralizada, no se movía.
El grito, encerrado en su mente, nunca salió.
Después oyó agua, llovía. Abrió los ojos, se levantó, caminó unos pasos y se paró frente a un espejo.
El reflejo de una cara, su cara, y una lágrima deslizándose por la mejilla.
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