Mi querida Amelia,
Nuevamente nuestras cartas se cruzaron y cuando te escribí la anterior no había leído ésta. Te parecerá curioso, justo ayer (hoy recibí tu carta) hablaba con Marcos en el pub irlandés. Te acuerdas, ¿verdad?, el Green Corner. Y hoy cuando devoré tu carta a sorbos atropellados y hambrientos de saber de ti, mi querida, mi añorada amiga, me hizo gracia recordar las preguntas de Marcos: tú, en tu carta respondiste perfectamente sin él (ni yo) saberlo.
Él me hablaba de ti. Te recuerda perfectamente; hasta me di cuenta de que le gustas muchísimo. De manera ladina me dio a entender que "sabe lo nuestro". Naturalmente, no se atrevió a transitar más allá de sus suposiciones y, creo, probó a echar un anzuelo para obtener la confirmación de sus maliciosas ideas sobre nuestra relación.
Marcos decía que le sorprendía que tú y yo no hubiéramos formado una pareja, después ver tantos años de conocernos; él, y los demás y del grupo, y las chicas..., y hasta León, el dueño de La Ribera, el restaurante del llano, junto al arroyo, pensaban que formábamos una perfecta pareja, que terminaríamos en matrimonios; que ya podríamos tener un par de hijos, etc., etc. «Porque a ti te gusta, no me lo niegues», eso dijo entre surbia de sidra y unos taquitos del queso y el jamón de León, que atendía con poco disimulo a la conversación. «Y ella, pues, se nota; también "está" por ti». No pude menis que reírme por dentro y, con diplomacia, para que no se ofendiera, por fuera.
Le hablé de ti, de tus viajes al extranjero, de tu estancia en Francia y en Alemania, de tu trabajo en Basilea...
Le expliqué que tanto tú como yo teníamos una relación de amistad muy profunda y que manteníamos correspondencia todos estos años. Pero que nunca habíamos ido más allá de nuestra mutua admiración y respeto. Me bastó con ver su cara de extrañeza para comprender que creía que le engañaba, que entre tú y yo hubo "algo más"...
Marcos jamás podría dilucidar que querías decir en tu carta, cuando escribías que no podías encontrar las palabras exactas para describir tus sentimientos hacia mí, porque las palabras se quedaban cortas, la calidez —decías—, la profunda conexión entre nosotros, hablabas de esos sentimientos como amor, un amor especial, diferente, incalificable; un vínculo que quizá ambos hubiéramos querido diferente. ¿Hubiera podido entender Marcos qué querías expresar cuando decías que tu amor se materializaba como amistad? ¿O de tus palabras "es lo mejor que puedo ofrecerte"?
¿Cómo le iba a hacer sentir que lo que tú me ofreces es, justamente, lo mejor que puedo recibir; que tú me das lo que yo necesito en todos los ámbitos de mi vida? Sería, estoy seguro, incapaz, con su mentalidad tradicional, de descubrir lo que nos une a ti y a mí.
Bueno, Amelia. ¿Cuándo regresas? ¿Ya tienes la fecha de tu viaje? ¿Te quedarás definitivamente o piensas volver a Suiza?
Me muero de ganas de verte y abrazarte.
(Cartas a Amelia)
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